ordenar.
¿Y de dónde viene ordinare? ¿Quién inventó esa palabra para designar el acto en sí de colocar con un plan o de modo conveniente? ¿Por qué son las letras o, r, d, e, n, a y r? ¿Por qué se llaman letras, l, e, t, r, a, s?
No lo entiendo.
No tiene mucha base lógica. Por esa regla de tres, entre 4 y 5 existen miles de números. O podrían existir, con distintos valores desconocidos, pero, ¿por qué no existen?
No lo entiendo.
Por esa regla de tres, la originalidad en las historias debería ser general, ¿no? Podríamos tener infinitos personajes, infinitas situaciones e infinitos lugares donde desarrollarlas. Entonces, ¿por qué se parecen todas? No creo que haya llegado al punto en que nada me sorprenda, ¿no? ¿De verdad es siempre todo lo mismo?
Imaginemos que todas las ideas del ser humano están en un muro, representadas por un pequeño punto de pintura. ¿De verdad está ese muro prácticamente ahogado en pintura tras incontables repeticiones? ¿O, si no lo está ya, lo estará? Alguien, donde sea, antes, ya ha pensado algo como lo que tú estarás pensando, o yo estaré pensando ahora mismo. Probablemente exista un texto extremadamente parecido a este. A lo mejor varía su forma, o su contenido. La cuestión es que existe. O en la mente de alguien, o en un libro perdido en una biblioteca coreana debajo de una estantería, o en un mensaje de texto enviado a un número que no responde. Todos seguimos, al fin y al cabo, el mismo patrón. ¿Es el intentar salir de él inútil? ¿Si no lo es, lo será? ¿Existen más conceptos aparte de los ya conocidos? ¿Surgen o se repiten indefinidamente? Porque aparenta lo segundo. ¿Hemos alcanzado nuestro límite?
La repetición lleva al aburrimiento y desorden. En vez de al recuerdo, lleva al olvido. Eso lo ilustran los libros de historia.
Por consiguiente, deduzco el concepto de originalidad no existe. Enterrémoslo bien.